23/10/2025

Pasión por Volar y Compartir


    
Hace algunos años, conocí a Ricardo Ohoka y no nos demoramos en hacernos amigos. Se veía que era una persona sencilla y, al mismo tiempo, guardaba en su interior una vida impresionante. Nos unió la pasión por la aviación: a mí, desde el mero entusiasmo, y a él, desde haber logrado hacer del cielo su metro cuadrado.
    Ya retirado, compartimos salidas a lugares que le habían sido muy propios, contándome sus historias, desde que se inició con un curso en la B.O.A.C. -Base Oficial de Aviación Civil-, hasta sus experiencias como piloto de publicidad, instructor y piloto de línea.
    Su actividad en la aviación comercial lo encontró al mando de los Twin Otter de la recordada Aero Chaco, con los cuales, en 1978, salió al encuentro de otras aeronaves en las que volaría los Fairchild FH-227. Siempre recalcaba: “Salimos a recibirlos, y nos encontramos en vuelo a la altura de Itatí”.
    Apostó a lo grande y se mudó a Buenos Aires, volando aquellos modernos Short 330 de LAPA. Pero, sin dudas, lo que más le gustaba a Ricardo era compartir. Por eso, su tarea más preciada fue la instrucción.
    De sus vivencias, que son muchas, siempre rescató el día que lo contrataron para arrojar un balón sobre el estadio de Temperley antes de un enfrentamiento contra su rival tradicional, Los Andes. Más allá de la maniobra, antes de despegar se tomó el tiempo de escribir en la pelota la frase “Temperley 2 Los Andes 0”, una anécdota que terminaba con una risa abierta y que, por alguna razón, había vaticinado. “La victoria vino del cielo”.
    En 2007, tuvimos la suerte de compartir un vuelo sobre la ciudad de Tandil. Fue uno de esos momentos que no olvidaré: Ricardo me insistió en que me sentara adelante. “No te lo pierdas”, me dijo.
    Por esos caprichos de la salud, Ricardo, hacía un tiempo, se había adelantado a su partida. Su hijo Ricardo, desde entonces, me mantenía al tanto de la evolución de su estado de salud. El 22Oct2025, con un simple mensaje, me informó que había partido.     Me quedo con la fortuna de haber compartido tantos momentos con él. El comandante Ohoka no logró convencerme de hacer las horas de vuelo, pero no escatimó en contagiarme esa pasión que siempre cultivó en nuestra amistad.
Por todo. Gracias, Ricardo.